sábado, 27 de junio de 2020

Anatomía del miedo

Anatomía del miedo - José Antonio Marina

En este libro se define qué es el miedo y se da un recorrido por algunos tipos de miedos como los miedos sociales o los patológicos. Se hace referencia a diferentes emociones que contribuyen a que se genere el miedo, o que se generan a partir de una situación en la que sentimos miedo y lo que ocasiona en nosotros tanto física como mentalmente, todo esto  expuesto a través de casos de personas y citas de otros autores relacionadas con el tema. Un libro interesante y fácil de leer.

De mi parte concluyo que una forma de contrarrestar el miedo es aceptarlo y permitirnos actuar, dejar de lado el orgullo, los temores, la vergüenza, entre más rápido actuemos más rápido vamos a liberarnos, aunque siempre es difícil pasar de la teoría a la práctica. A veces pensar en la peor situación y ver que no es tan terrible nos da esperanza.

I. cartografía de los miedos
1. Un sentimiento proliferante y contagioso
«Nuestra desarrollada propensión  a ser previsores y a sentir ansiedad probablemente da origen a muchas de nuestras virtudes, pero también da razón de alguno de nuestros fallos más evidentes» la inteligencia libera y a la vez entrampa. Nos permite anticipar lo que va a suceder -información útil para sobrevivir -, pero puede pasarse de rosca y provocar esas patologías de la anticipación que tan bien conocen los psiquiatras. Vivimos entre el recuerdo y la imaginación, entre fantasmas del pasado y fantasmas del futuro, reavivando peligros viejos e inventando amenazas nuevas, confundiendo  realidad e irrealidad...no nos basta con sentir temor, sino que reflexionamos sobre el temor sentido, con lo que acabamos teniendo miedo al miedo.

8. El miedo y la esperanza
El emparejamiento entre miedo y esperanza tiene una larga tradición. Ya Aristóteles había escrito: «Para que se tema es preciso que aún se tenga alguna esperanza de salvación por la que luchar». El rechazo de la esperanza se mantiene hasta en el Fausto. Goethe escribe: Tengo encadenados y alejados de la comunidad a dos de los mayores enemigos del  hombre: el Miedo y la Esperanza. Spinoza y Goethe aspiran a la serenidad a toda costa. Si no deseo nada ni espero nada, no sufriré ninguna decepción. Pero me temo que tampoco emprenderé nada. Ningún navegante se lanza al mar si no tiene la esperanza de llegar al puerto. La esperanza es, como decía Luis Vives,  «la confianza de que sucederá lo que deseamos».

III. El polo subjetivo: el carácter miedoso
7. Un paso más adentro del misterio: el optimismo ciego del ser humano
La vida es ciegamente optimista. Es un impulso inevitable hacia el futuro, al que llamamos de alguna manera instinto de supervivencia. Los antiguos, antes de hablar del alma como principio de vida, hablaron del ánimo, del aliento, de esa fuerza que se perdía cuando se estaba desanimado o desalentado.Ciertamente este ánimo puede quebrarse, en las depresiones por ejemplo, y entonces al cegarse la fuente de energía originaria, nos tropezamos con uno de los más grandes problemas de la medicina, la psicología o la educación. ¿ Cómo recuperar el ánimo perdido? ¿Cómo volver a sentir esa energía? No podemos apelar al razonamiento, porque los afectos básicos son irreductibles a la razón. A la persona desesperada no se le puede intentar demostrar que la vida es valiosa y bella. La razón sin ánimo puede concluir en un pesimismo justificado...
Baltasár Gracián, escribió: «no deberíamos haber nacido, pero ya que hemos nacido no deberíamos morir».  Tal vez el secreto está en poner la inteligencia discursiva al servicio de ese dinamismo no racional, e intentar dirigirlo, aprovecharse de él, dignificarlo...Cuando el ánimo se hunde, sólo podemos apelar a medios indirectos para intentar que el yo ocurrente vuelva a producir ocurrencias animosas.

8. El aprendizaje de los miedos
Siempre tenemos que poner en marcha alguna estrategia contra el miedo. Pero hay, al menos, dos tipos: las que van dirigidas a enfrentarse con el problema y las que van dirigidas a enfrentarse con la emoción provocada por el problema.
...Conocí a un Jesuita muy sabio, encargado del cuidado de la iglesia de su convento. Me comentaba, divertido, su absurdo comportamiento todas las noches. Apagaba las luces de la iglesia , iba hasta la puerta , volvía a comprobar si estaban apagadas, iba de nuevo hasta la puerta, volvía a asegurarse una segunda vez y ya tranquilo se marchaba  a su habitación. Le pregunté por qué hacia una cosa tan rara, y me contestó: «Para ahorrarme molestias. Antes,  la preocupación me entraba al llegar a mi habitación, a veces cuando ya estaba acostado, por lo que tenía que desandar todo el camino. Siempre dos veces, porque hasta la segunda comprobación no quedaba definitivamente tranquilo.  Así que he descubierto este procedimiento abreviado, que es mucho más cómodo». Mi sabio amigo había descubierto  un ingenioso procedimiento para hacer crónicos sus miedos.
...los miedos no se aprenden. El problema está en que no se desaprenden...

V. La angustia y los miedos patológicos
5. El mecanismo de las ocurrencias angustiosas.
La angustia produce sin parar «preocupaciones». Cuando no tiene motivos, los encuentra. Es una rutina encapsulada, absolutamente invulnerable al razonamiento, porque a cada motivo para tener miedo que se desmonta, le sucede otro. Cuando el angustiado se distrae, la noria de los pensamientos aprensivos se detiene aparentemente, pero en cuanto la distracción desaparece vuelve la preocupación a hacerse dueño de la conciencia. Parece que los hubiéramos dejado en un aparcamiento. La ansiedad es un sentimiento a la búsqueda de objeto. Mientras que el miedo permite enfrentarse al peligro o huir, la ansiedad suele encerrarle en un permanente dar vueltas. Los procesos rumiativos disuaden de la acción, no conducen a nada más que a dar vueltas sobre sí mismos.

7. Breve excursión por las terapias.
Algo muy importante, el paciente debe tener una idea muy clara acerca de los mecanismos de la angustia, y eliminar todas las malas  interpretaciones que complican su curación. En general los expertos están de acuerdo en que el mero análisis vale para muy poco, y que lo importante es, como dice Albert Ellis: «Actuar, actuar, actuar contra mis ansiedades. Cuantas más acciones emprenda en relación con mis temores, menos tiempo y energías malgastaré obsesionándome con ellos».


VII.  Las fobias sociales
2. Los otros se manifiestan en su mirada
...detrás de los ojos hay una subjetividad que juzga y, a partir de esa evaluación, acepta o rechaza, quiere u odia, acoge o ataca. Y cuando una persona necesita angustiosamente esa aceptación, ese reconocimiento, esa corroboración de la propia existencia, esa mirada que es una sentencia perpetuosamente demorada, en el aire, le aterra. Está en juego su propiedad identidad, que, en este caso, no se construye de dentro afuera, sino de fuera adentro. Lo que parezco es lo que soy. Cada vez que el yo interior se somete a la tiranía de un yo exterior plenipotenciario, aparece la vulnerabilidad a la mirada ajena, que es lo que en último término confiere poder al otro.
Esta situación de vulnerabilidad provoca tempestades orgánicas..«recuerdo el momento preciso en que comencé a ruborizarme por nada. Creo que sucedió durante una clase de geometría. Una muchacha morena, muy bonita, me miró a los ojos. En ese instante sentí que me ruborizaba. Enrojecí más aún cuando la miré una segunda vez. Dios mío, pensé , y si sucediera esto cada vez que cruce mi mirada con la de otros? en el mismo momento en que imaginé esa visión de pesadilla, se convirtió realidad. A partir de ese momento, y casi sin pausa en los años siguientes, enrojecía cada vez que los ojos de alguien se cruzaban con los míos».
...Sartre describió espléndidamente esta relación con los demás. Saber ajustar la necesidad de contar con el juicio ajeno con la necesidad de prescindir del juicio ajeno es uno de los equilibrios más difíciles de conseguir en nuestro trato con los demás.


VIII. Aparece la valentía
8. Aventurando una definición
Aprovechando todo lo dicho, voy a proponer una definición muy sencilla del valor: Valiente es aquel a quien la dificultad o el esfuerzo no le impiden emprender algo justo o valioso, ni le hacen abandonar el propósito a mitad del camino. Actúa pues, «a pesar de» la dificultad, y guiando su acción por la justicia, que es el último criterio de la valentía.

10. Continuación del argumento
La valentía es la libertad en acto... tendremos que añadir si estamos refiriéndonos a la libertad y valentía formales o a las transfiguradas por su contenido. A las naturales o a las éticas.

12. Ahora hablo yo, aupado en hombros de gigantes.
El miedo nos impulsa a seguir sus dictados, a abandonarnos a su lógica. La valentía nos hace someter ese sentimiento a un juicio de la inteligencia. Y si algún valor fundamental está en riesgo, decide actuar a pesar del miedo. La valentía es, por lo tanto, un acto ético, no un mero mecanismo psicológico. Pertenece al campo de la personalidad. Un carácter miedoso puede dar luz a una personalidad valerosa... El valiente no lo tiene fácil, por que el valor supone cieno desdoblamiento de la conciencia, en la que retiñen dos principios de acción: lo que deseo y los que quiero. Deseo huir, pero quiero quedarme...un hombre inteligente es el que puede mantener al mismo tiempo dos ideas contrarias en la cabeza sin que le estallara. La inteligencia puede proponer buenas razones, alternativas deseables, proyectos perspicaces. Pero la razón puede achantarse «De nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda».

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